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¿Te sientes hinchado después de tomar un yogur? ¿Sientes molestias al beber un vaso de leche? Si la respuesta a estas preguntas es sí, seguramente sufrirás intolerancia a la lactosa.
La intolerancia a la lactosa es la incapacidad del cuerpo de digerir la lactosa. Se produce a causa de la insuficiente o nula producción de la enzima lactasa, que es la encargada de romperla para que pueda ser absorbida, transportada hasta el torrente sanguíneo y aprovechada como nutriente.
Entre un 30 y un 50% de la población española padece intolerancia a la lactosa.
La lactosa es un azúcar que está presente en la leche y en diferentes productos industriales como conservantes, que pueden incluirse en embutidos o comidas preparadas.
Pueden distinguirse 2 tipos principales de intolerancia a la lactosa:
Durante muchos años, las personas que padecían intolerancia a la lactosa debían evitar comer lácteos y sus derivados, con el riesgo de reducir el consumo de nutrientes esenciales como el calcio, el fósforo y algunas vitaminas, debilitando la mineralización natural de los huesos
Durante muchos años, el principal tratamiento consistió en eliminar de la dieta los alimentos que produjeran la intolerancia. Aun así, si dejan de consumirse productos lácteos pueden producirse carencias de minerales como el calcio y el fósforo, cuyo déficit puede provocar problemas de salud a largo plazo, como la osteoporosis. Hoy en día, se han desarrollado complementos alimenticios a base de lactasa, que ayuda a digerir la lactosa en las personas que tienen dificultades para digerir.